Pedro Calderón de la Barca

Nació en Madrid el 17 de enero de 1600 en el seno de una familia noble. Se educó en el Colegio Imperial de los Jesuitas en Madrid, en el que se familiarizó con los poetas clásicos latinos. En 1614 se matricula en la Universidad de Alcalá y, el año siguiente, en Salamanca, donde estudió Cánones y Derecho hasta 1620.

Fue soldado en la juventud y sacerdote en la vejez, lo que era bastante habitual en la España de su tiempo. En sus años jóvenes su nombre aparece envuelto en varios incidentes violentos, como una acusación de homicidio y la violación de la clausura de un convento de monjas. De su vida militar existen pocas noticias, aunque consta que tomó parte en la campaña para sofocar la rebelión de Cataluña contra la Corona (1640).

Contrasta lo impulsivo y mundano de su juventud con lo reflexivo de su madurez. En 1642 pide su retiro como militar y entra al servicio del duque de Alba. En 1651 recibe las órdenes sacerdotales y se traslada a Toledo como capellán de los Reyes Nuevos. Vuelve en 1663 a Madrid por orden de Felipe IV que le nombra capellán de honor.

Calderón escribe sobre todo comedias y autos sacramentales. Hacia 1623 estrena sus primeras comedias y pronto, el Rey le convierte en dramaturgo oficial de la corte. Sin embargo, su momento de mayor esplendor empieza cuando se retira del ejército. En esta época goza de un período de tranquilidad para dedicarse a la creación literaria, y compone numerosas obras para las fiestas de palacio.

En el estilo de sus comedias se pueden apreciar dos tendencias: una que sigue más de cerca el teatro realista, nacional y costumbrista de Lope y su escuela, representada por las «comedias de capa y espada»; y otra, diferenciada del estilo anterior, más personal. Esta tendencia incluye las comedias más poéticas y simbólicas, con intensificación de los valores líricos y del contenido ideológico.

Murió en Madrid el 25 de mayo de 1681.

 

 

La vida es sueño

El rey Basilio, temeroso por lo que los astros le anuncian sobre su hijo Segismundo, lo encierra en una torre apartada del resto de los hombres. Durante años, Clotaldo, su guardián, será su única compañía. Cuando mucho tiempo después el rey lo hace volver al palacio, la cólera de Segismundo provoca un caos y una nueva condena del rey…, pero el pueblo intervendrá, aclamando la libertad de Segismundo contra la voluntad de Basilio.

 

 

 

 

Yo amo la tierra

6 Personajes:

  1. Alcalde: Quien da el permiso de llevar a cabo el plan del grupo de niños.
  2. Álvaro: Hijo del alcalde, ama la tierra y se preocupa por ella.
  3. Nadia: Mejor amiga de Álvaro quien lo apoya en su idea.
  4. Sebastián: Niño muy inteligente que también quiere cuidar el planeta.
  5. Robinson: Un niño inconsciente que no le importa hacer las cosas mal.
  6. Karina: Compañera de Robinson en sus travesuras.

ACTO 1

Ambientación: Una calle llena de desperdicios.

Introducción: Álvaro y Nadia juegan en la calle cuando ven venir a Robinson y Karina comiendo chucherías y echando los desperdicios al suelo.

Álvaro: (Caminando hacia Robinson) Oye ¿Pero qué haces? ¿Por qué no echas los desperdicios en el cubo de la basura?

Robinson: (Riendo y empujando al chico) Fuera de mi camino, yo echo la basura donde me da la gana.

Nadia: (Molesta y sosteniendo un poco a Álvaro) ¿No ves que contaminas la tierra? Nuestro mundo se está acabando gracias a gente como tú

Karina: (Riendo en tono de burla y repitiendo lo que dijo Nadia) Ja Ja Ja Nuestro mundo se está acabando. El padre de Álvaro paga a personas para que limpien las calles, hay que darles trabajo ¿si están limpias para que pagar?

Álvaro: Que mi padre sea el alcalde de esta ciudad no me da derecho a mí y menos a vosotros de ensuciarla. Son un par de cochinos, mal educados.

Álvaro comienza a caminar y Nadia lo alcanza. Robinson y Karina salen de escena. Sebastián se acerca a ellos caminando muy despacio.

Sebastián: Hola chicos ¿qué tal están?

Nadia: ¡Muy molestos! Robinson ensucia las calles y contamina el planeta y no podemos hacer nada.

Sebastián: (con una sonrisa en los labios) claro que podemos. Álvaro, llama a tu padre, tengo una idea que les va a encantar, ven y te cuento – Álvaro se acerca y Sebastián le dice al oído su idea.

Álvaro sonriendo, toma su teléfono y llama a su padre.

Álvaro: Hola papá ¿Puedes venir a la calle principal? Tengo una idea muy buena, y junto a Sebastián y Nadia queremos planteártela.


Después de unos segundos mientras ellos hablan sin que el público les oiga, solo mirando su expresión corporal, llega el alcalde.

Alcalde: Hola chicos ¿Qué es eso tan importante que tienen que decirme?

Nadia: ¿Cómo está señor alcalde? Queremos hacer una campaña de recolección de basura, vamos a limpiar las calles. Pero queremos que usted nos prometa que una vez limpias, sancionará a quien las vuelva a ensuciar.

Alcalde: Me parece buena idea. Vamos a la alcaldía y pensemos muy bien el plan.

Salen todos de escena.

ACTO 2

Ambientación: La misma calle llena de desperdicios.

Introducción: Los chicos con una bolsa en la mano recogen la basura de la calle, hasta dejarla completamente limpia.

Sebastián: ¡Cuánta basura hay en la calle!

Álvaro: ¡Cuanta contaminación! No saben el daño que le hacen al planeta.

Nadia: Ya falta poco no se rindan, un par de papeles mas y habremos terminado.

Los chicos terminan de recoger la basura y al acabar lo celebran chocando sus manos y sonriendo.

Sebastián: ¡Al fin! Qué diferencia, como se ve ahora.

Álvaro: La ciudad es preciosa y así debe mantenerse.

De pronto ven venir a Robinson quien una vez más tira un vaso de plástico al suelo. Álvaro comienza a caminar para reprochárselo, pero ve acercarse a su padre.

Alcalde: Jovencito detente.

Robinson: (asustado al ver al alcalde) Si dígame.

Alcalde: Las calles han sido limpiadas por un grupo de niños colaboradores. Tú has vuelto a ensuciarlas. Como castigo, tendrás que recoger la basura de las próximas 3 manzanas. Para mañana por la tarde todas deben estar limpias.

Robinson: (tratando de defenderse) Pero señor alcalde, eso es mucho trabajo.

Alcalde: así es, da menos trabajo llevar la basura a un cubo y proteger nuestro planeta. Espero que cuando termines de limpiar, aprendas a echar la basura en su lugar.

Alcalde: Vamos chicos,os invito un helado por vuestra buena obra.

Álvaro: Siiiii ¡Yo amo la tierra!

Los chicos caminan hacia el alcalde y todos se van felices a por ese helado. Robinson sale de escena mirando al suelo apenado.

FIN.

Diez negritos

Sin gran entusiasmo, miss Brent se dejó ayudar para subir a la canoa. Los demás la siguieron. Hasta este momento ninguna cordialidad se había establecido entre los invitados. Cada uno parecía estudiar a su vecino. En el instante en que la canoa iba a ponerse en marcha, el marino se detuvo con el bichero en la mano. En la bajada que había hacia el pueblo un automóvil descendía a toda velocidad. Era un auto tan potente y de líneas tan perfectas que les causó el efecto de una aparición. Al volante estaba sentado un joven que a la luz del crepúsculo parecía un héroe nórdico. Se oyó el sonido del claxon como un rugido infernal, repercutiendo por las rocas de la bahía. En este instante fantástico, Anthony Marston parecía estar por encima de los pobres mortales. Esta escena quedó grabada en la mente de quienes fueron testigos de su entrada en aquel pueblecito.

Fred Narracott, sentado cerca del motor, pensaba: «¡Vaya reunión de personas raras!» No esperaba conducir a este género de invitados para míster Owen. Creía que serían más elegantes. Las mujeres con bellos trajes y los hombres con atuendo apropiado para el yachting, todos ricos e importantes. Estos sí que no se parecen a los invitados de míster Elmer Robson. Una sonrisa burlesca se dibujó en sus labios mientras pensaba en otros tiempos. ¡Qué magníficas recepciones daba el millonario! ¡El champaña corría a torrentes!

Míster Owen debía ser una persona completamente diferente. Fred se extrañaba de no haber visto jamás a míster Owen, ni a su esposa. Nunca venían al pueblo. Todos los encargos eran hechos y pagados por míster Morris. Las instrucciones eran siempre claras y precisas, y el pago, rápido.

Claro que esto no dejaba de ser extraño. Los periódicos suponían en todo esto un misterio. Míster Narracott abundaba en esta opinión. ¿Pudiera ser que la isla perteneciera a miss Gabrielle Turl? Sin embargo, esta hipótesis se encontraba desechada al ver a los invitados; ninguno de ellos parecía vivir en el ambiente de una estrella de cine.

Fríamente los catalogaba en su interior.

Una solterona, con su agrio carácter… El las conocía bien. Estaba dispuesto a apostar que era una arpía. Al viejo militar se le notaba en seguida la carrera. La joven era bonita, pero nada extraordinaria y, desde luego, nada de estrella de Hollywood. Un grueso señor, que no tenía modales, un tendero retirado de sus negocios. Y el otro, delgado, casi famélico, un tipo muy raro, probablemente trabajaría en el cine.

Agatha Christie

Manipular los libros de la biblioteca

Lávate las manos antes de tocar el libro. La menor suciedad o aceite en tus manos pueden manchar o dañar las páginas y la cubierta. Haz una buena espuma con el jabón. Céntrate en las yemas de tus dedos y las palmas. Lávate las manos durante un buen tiempo, por ejemplo, al son de una melodía que te gusta.

No escribas en el libro. Evita marcar las páginas o la cubierta con tinta, lapiz o rotulador. Ni siquiera hagas marcas suaves con lápiz, sino podrías dañar las páginas sin querer al borrarlas.

Evita leer el libro dentro del agua o cerca de ella. Si se cae al agua, se estropeará por completo. Si necesitas leer algo cerca de la piscina o en la bañera, lee una revista o un periódico que tengas pensado reciclar. Si te sientes con ganas de leer algo después de bañarte, sécate bien antes de tomar el libro.

No comas ni bebas mientras lees. Las manchas y los líquidos son difíciles de quitar. Pueden oscurecer el texto y hacer que las páginas sean difíciles de leer. Mantén el libro alejado del lugar donde comas y bebas.

Evita doblar demasiado el lomo. Aplanar un libro a la fuerza puede dañar el lomo y hacer que las páginas se salgan. Si el libro es de pasta blanda, no dobles las cubiertas frontal y trasera. Léelo en una superficie plana siempre que te sea posible. Si no, pon el pulgar al pie de una página y el dedo meñique al pie de la otra para mantener el libro abierto.

Evita apoyarte en el libro para escribir. Los bolígrafos y los lápices pueden dejar marcas en las cubiertas. Si presionas demasiado, podrías rasgar el papel y dejar el libro marcado.

La vida nueva (fragmento)

Muchas veces me vienen a la cabeza
la oscura cualidad que me da el Amor
y me tengo lástima y así me digo:

 

¡Ay de mí!, ¿les pasa esto a otros?;
porque tan hábilmente me asalta el amor
que la vida casi me abandona:
sólo un hilo de espíritu deja medio vivo,
uno que sólo por ti vive y razona.

 

Luego me esfuerzo, yo deseo salvarme,
y casi muerto, sin ningún valor,
vengo a verte, creyendo así curarme:

 

y cuando alzo los ojos para observarte
en mi corazón se inicia un terremoto
que suspende en mi alma todos los latidos.

 

Dante Alighieri

La despedida del Principito

Al fin encontré la forma de arreglar la avioneta. Pero a pesar del entusiasmo, sentí un hondo pesar. Escuché la voz del Principito a lo lejos. Parecía estar hablando con alguien:

Sí, es el momento, pero no el lugar. ¿No te acuerdas? ¡No es exactamente aquí!- decía.

Al principio no vi nada. El Principito estaba subido a lo alto de un muro.

¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de que no me harás sufrir?- dijo entonces.

Y en ese momento la vi: una de esas serpientes amarillas y escurridizas, tan letales que son capaces de matar a una persona en solo diez segundos.

Vete- le dijo el Principito a la serpiente, que estaba pálido- Necesito bajar.

Asustado, fui a buscar la pistola, pero al regresar, la serpiente ya se había escondido entre las piedras. Tomé al Principito en brazos para ayudarlo a bajar. Le solté un poco la bufanda dorada y sentí el débil latir de su corazón.

-¿Ahora hablas con serpientes?- le pregunté.

Pero el Principito solo dijo:

Me alegro de que hayas arreglado la avioneta y puedas irte de aquí.

¿Cómo lo sabes?-pregunté extrañado.

Yo también vuelvo a mi casa. Pero está más lejos, y es más difícil…

Sus palabras me sonaron tristes, melancólicas. Le abracé y sentí algo extraño, como si a pesar de mis brazos el Principito se escurriera entre ellos sin que pudiera hacer nada.

Recuerda que tengo tu cordero, la caja… y el bozal.

Esperé a que el Principito entrara en calor.

Has pasado miedo- le dije.

Más miedo pasaré esta noche…- respondió él.

Sentí un miedo atroz. No podía imaginar que no podría volver a escuchar su risa.

Principito, quiero oírte reír otra vez

Esta noche hará justo un año de mi llegada aquí, y mi estrella estará en el mismo lugar…

Dime que esto de la serpiente es un mal sueño- le dije entonces.

Pero él respondió:

Lo importante no se ve.

Sí, es cierto…

Y si amas a una flor que está en una estrella, al mirar las estrellas pensarás que tu flor está en cualquiera de ellas. Y amarás todas las estrellas… Mi estrella está allá arriba. Es muy pequeña, no sabría decirte dónde está. Pero cuando mires al cielo, al ver las estrellas… todas te harán este regalo.

Y entonces, el Principito rió, y su risa llenó mi corazón de calor.

Este es mi regalo…

¿Qué quieres decir?

Para los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, solo son luces. Para los sabios, son problemas. Y para la gente de negocios, números. Pero para ti, las estrellas reirán. Porque cuando las mires, buscarás mi estrella y ella te reirá, y todas las estrellas serán mi estrella.

Y el Principito volvió a reír.

Y te traerá un buen recuerdo… siempre serás mi amigo, así que de vez en cuando abrirás la ventana y reirás al ver las estrellas. Los demás pensarán que estás loco… Y tú les responderás ‘¿no escucháis la risa, como unos cascabeles?’. Pero quiero decirte también algo más… Esta noche me iré. No quiero que lo veas. Parecerá que sufro, pero en realidad no lo haré. Tengo que dejar aquí el cuerpo. Es demasiado pesado. No podría llegar a mi estrella con él…

Yo no te dejaré solo- le dije.

Debo ir solo. Lo digo por la serpiente… podría morderte… aunque dicen que el veneno solo hace efecto la primera mordedura…

Esa misma noche, el Principito se fue. Cuando logré alcanzarlo, me tomó de la mano y dijo:

Ah, estás aquí. Has hecho mal, vas a sufrir… Pero ¿sabes?, yo también te veré al mirar las estrellas. Todas las estrellas me darán de beber como tú me diste de beber de aquel pozo del desierto.

Entonces dio un paso más y solo vi un relámpago amarillo en su tobillo. El Principito cayó sobre la arena sin hacer ruido. Y quedó inmóvil.

Sé que llegó a su estrella. Lo sé porque al día siguiente, su cuerpo ya no estaba. Desde entonces, me encanta mirar las estrellas y efectivamente, escucho su risa como cascabeles en medio de la noche. Pero pasa algo extraño. Se olvidó el bozal para su cordero y de vez en cuando pienso en la rosa. ¿Se la habrá comido el cordero? ¿O habrá conseguido el Principito poner su mampara de cristal a tiempo?

 

 

Besos

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral

Cosa de niñas (y niños)

Paola no podía creer que por fin fuera a conocer a su primo Pablo. No es que nunca se hubieran visto, es que la última vez que estuvieron juntos solo tenían tres años y ninguno se acordaba bien del otro. Después el primo Pablo se había ido con los tíos a vivir muy lejos y no habían vuelto a encontrarse. Pero por fin iban a hacerlo. Paola, que ya había cumplido siete años, lo había planeado todo.

Nos bajaremos al patio y podremos llamar a Carlos y a Teo y jugar al escondite, o echar un partido de fútbol. ¡Qué ganas!

Pero la tarde en que Pablo iba a venir a casa, comenzó a llover a mares. ¡Todos los planes se habían estropeado! Quizá por eso cuando Paola estuvo frente a frente con Pablo no supo muy bien qué decirle.

¿Por qué no os vais al cuarto a jugar? – sugirió Mamá cuando vio la timidez de los dos primos.

Paola y Pablo obedecieron y se marcharon en silencio a la habitación de la niña. Pero allí, la cosa no mejoró. Paola se sentía incómoda con Pablo, pero era su primo. Y por eso, porque era su primo, tenía que aguantar que estuviera curioseando entre sus muñecas.

¿Te apetece que juguemos con ellas?
– ¡Con las muñecas! ¡menudo rollo! Eso es un juego de niñas.
– No es cierto, yo juego con mi amigo Carlos, y con su primo Teo. Nos lo pasamos fenomenal.
– Pues vaya dos amigos que tienes. Los niños deberían jugar al fútbol, y no a las muñecas.
– También jugamos al fútbol, listillo. Pero hoy está lloviendo, así que no podemos salir a la calle. Así que si quieres jugar al fútbol vete tú solo.

Pero Pablo no quería jugar solo al fútbol, y mucho menos con aquella lluvia tan molesta. Así que con cara de asco cogió una de las muñecas favoritas de Paola y empezó a zarandearla. Cuando Paola vio como el niño agarraba de malas formas su muñeca azul se enfadó un poco:

No la cojas así, que le vas a hacer daño.
– Pero si no es más que una tonta muñeca. No es un bebé de verdad, es solo una muñeca.
– Ya, pero es mi muñeca favorita y no quiero que la estropees. Déjala.

Pero Pablo no estaba dispuesto a soltarla. Hacer rabiar a su prima Paola, era lo más divertido que se podía hacer en aquel día de lluvia.

No pienso soltarla. Tendrás que cogerla tú.

Paola, muy enfadada, comenzó a tirar de su muñeca. ¡Tenía que recuperarla! Pero Pablo también tiraba desde el otro lado con fuerza.

Suéltala.
– No, suéltala tú.

Y así habrían seguido toda la tarde si no llega a ocurrir la cosa más extrañísima que Paola y Pablo habían visto en su vida. De repente, la muñeca azul, muy cansada de que se pelearan por ella, comenzó a chillar.

¡Se puede saber qué os pasa a vosotros dos!

Pablo y Paola soltaron la muñeca asustados y se miraron sin entender nada.

¡Vaya par de animales! – siguió diciendo la muñeca azul muy enfadada. Justo en ese momento, alertada por los ruidos, entró en la habitación la mamá de Paola.
– ¿Se puede saber qué está pasando aquí? ¡Menudo ruido!
– Mira Mamá, mi muñeca azul ha hablado – pero al señalarla, Paola se dio cuenta de que la muñeca ya no estaba en el suelo.

¿Qué muñeca? Aquí no hay nada…

Pablo se dio cuenta de que la muñeca, con la misma cara de enfado de antes, estaba subiendo por la estantería como si fuera un experto escalador.

Sí, sí, ahora está trepando entre los libros, fíjate, tía.

Pero cuando los tres miraron hacia la estantería, la muñeca estaba plantada junto a unos libros tan quieta como siempre había estado.

¡Qué tontería decís! Las muñecas no hablan y mucho menos se mueven. Seguid jugando, pero no hagáis ruido.

Pablo y Paola se miraron sorprendidos. ¿Era verdad que habían visto la muñeca moverse o se trataba de imaginaciones suyas? Pero la muñeca azul les sacó de dudas, y comenzó a hablar desde lo más alto.

¡Casi nos pilla! ¡Menos mal! Si un mayor viera a una muñeca hablar se moriría del susto.
– ¿¡Hablas de verdad!?

La muñeca azul se bajó de la estantería de nuevo y se colocó delante de los niños. Les contó que todos los muñecos tenían la capacidad de hablar entre ellos pero que no podían comunicarse con los niños a menos que su vida corriera peligro.

Y si no llego a hacerlo… ¡habríais acabado conmigo! ¿Se puede saber por qué os estabais peleando?

Paola le contó que Pablo pensaba que las muñecas eran solo cosa de niñas y que jugar con ellas era muy aburrido.

Eso es porque nunca has jugado con una muñeca – dijo mirando con cara de enfado al niño.

Pablo, muy avergonzado, tuvo que reconocer que la muñeca azul tenía razón: nunca había jugado con ellas.

Pues ya va siendo hora…¡a jugar!

De repente, de los cajones de Paola comenzaron a salir muñecas y ¡¡todas hablaban!!

¿Qué os parece si organizamos un partido de fútbol entre muñecas? – sugirió una de ellas.
– O podemos organizar una guerra de muñecas.
– No, nada de violencia. Sería mejor que jugáramos al escondite.

Y eran tantas las propuestas de juego que ni Paola ni Pablo supieron que elegir… ¡así que jugaron a todas! Era tan divertido inventarse juegos, imaginar que las muñecas eran exploradoras en una selva peligrosisíma, o que eran detectives tratando de capturar a una ladrón muy malvado o corredoras de una carrera de obstáculos que iba de la cama de Paola al escritorio lleno de pinturas.

Cuando los tíos de Paola vinieron a buscar a Pablo y se lo encontraron rodeado de muñecas, jugando divertido se sorprendieron mucho:

¿Estás jugando con muñecas, Pablo?

El niño, guiñando un ojo a la muñeca azul y a su prima Paola, exclamó:

Pues claro, al fin y al cabo… ¿quién ha dicho que las muñecas son cosa de niñas?

Trabalenguas para niñ@s

El objetivo de los trabalenguas es mejorar la declamación, la habilidad de leer y hablar en público, la pronunciación de las palabras y forma de hablar de cada persona. Pero además suponen un reto para quien tiene que leerlo, consiguiendo así, mejorar las habilidades anteriormente mencionadas desde un entorno de juego y reforzar la confianza en sí mismo.

¡Prueba y verás lo divertidos que son!

 

Para la Lola una lila le di a la Adela,
mas la tomo la Dalila y yo le dijé:
Hola, Adela! Dile a la Dalila
que le de la lila a la Lola”.
Lado, ledo, lido, lodo, ludo,
decirlo al revés lo dudo.
Ludo, lodo, lido, ledo, lado,
¡qué trabajo me ha costado!

Cuando cuentes cuentos,
Cuenta cuántos cuentos cuentas
Porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas
Nunca sabrás
Cuántos cuentos cuentas.

 

 

El anillo del llavero no tiene llaves
¿Quién se ha llevado las llaves
del anillo del llavero?

 

La casa de los espíritus

Severo del Valle era ateo y masón, pero tenía ambiciones políticas y no podía darse el lujo de faltar a la misa más concurrida cada domingo y fiesta de guardar, para que todos pudieran verlo. Su esposa Nívea prefería entenderse con Dios sin intermediarios, tenía profunda desconfianza de las sotanas y se aburría con las descripciones del cielo, el purgatorio y el infierno, pero acompañaba a su marido en sus ambiciones parlamentarias, en la esperanza de que si él ocupaba un puesto en el Congreso, ella podría obtener el voto femenino, por el cual luchaba desde hacía diez años, sin que sus numerosos embarazos lograran desanimarla. Ese Jueves Santo el padre Restrepo había llevado a los oyentes al límite de su resistencia con sus visiones apocalípticas y Nívea empezó a sentir mareos. Se preguntó si no estaría nuevamente encinta. A pesar de los lavados con vinagre y las esponjas con hiel, había dado a luz quince hijos, de los cuales todavía quedaban once vivos, y tenía razones para suponer que ya estaba acomodándose en la madurez, pues su hija Clara, la menor, tenía diez años. Parecía que por fin había cedido el ímpetu de su asombrosa fertilidad. Procuró atribuir su malestar al momento del sermón del padre Restrepo cuando la apuntó para referirse a los fariseos que pretendían legalizar a los bastardos y al matrimonio civil, desarticulando a la familia, la patria, la propiedad y la Iglesia, dando a las mujeres la misma posición que a los hombres, en abierto desafío a la ley de Dios, que en ese aspecto era muy precisa. Nívea y Severo ocupaban, con sus hijos, toda la tercera hilera de bancos. Clara estaba sentada al lado de su madre y ésta le apretaba la mano con impaciencia cuando el discurso del sacerdote se extendía demasiado en los pecados de la carne, porque sabía que eso inducía a la pequeña a visualizar aberraciones que iban más allá de la realidad, como era evidente por las preguntas que hacía y que nadie sabía contestar. Clara era muy precoz y tenía la desbordante imaginación que heredaron todas las mujeres de su familia por vía materna. La temperatura de la iglesia había aumentado y el olor penetrante de los cirios, el incienso y la multitud apiñada, contribuían a la fatiga de Nívea. Deseaba que la ceremonia terminara de una vez, para regresar a su fresca casa, a sentarse en el corredor de los helechos y saborear la jarra de horchata que la Nana preparaba los días de fiesta.

Isabel Allende