El rayo calórico en el camino de Chobam

Todavía no se ha podido aclarar cómo lograban los marcianos matar hombres con tanta rapidez y tal silencio. Muchos opinan que en cierto modo pueden generar un calor intensísimo en una cámara completamente aislada. Este calor intenso lo proyectan en un rayo paralelo por medio de un espejo parabólico de composición desconocida, tal como funcionaba el espejo parabólico de los faros.

Pero nadie ha podido comprobar estos detalles. Sea como fuere, es seguro que lo esencial en el aparato es el rayo calórico. Calor y luz invisible. Todo lo que sea combustible se convierte en llamas al ser tocado por el rayo: el plomo corre como agua, el hierro se ablanda, el vidrio se rompe y se funde, y cuando toca el agua, ésta estalla en una nube de vapor.

Aquella noche unas cuarenta personas quedaron tendidas alrededor del pozo, quemadas y desfiguradas por completo, y durante las horas de la oscuridad el campo comunal que se extiende entre Horsell y Maybury quedó desierto e iluminado por las llamas.

Es probable que la noticia de la hecatombe llegara a Chobham, Woking y Ottershaw, más o menos, al mismo tiempo. En Woking se habían cerrado ya los negocios cuando ocurrió la tragedia, y un número de empleados, atraídos por los relatos que oyeran, cruzaban el puente de Horsell y marchaban por el camino flanqueado de setos que va hacia el campo comunal. Ya podrá imaginar el lector a los más jóvenes, acicalados después de su trabajo y aprovechando la novedad como excusa para pasear juntos y flirtear durante el paseo.

Naturalmente, hasta ese momento eran pocas las personas que sabían que el cilindro se había abierto, aunque el pobre Henderson había enviado un mensajero al correo con un telegrama especial para un diario vespertino.

H.G. Wells (fragmento de La guerra de los mundos)