De colega a colega

– El autor debía conocer muy bien el lugar. Al menos sabía perfectamente cuándo podría estar a sus anchas. Eso le permitió registrar los vestuarios con toda tranquilidad. Su botín asciende, entre dinero y artículos de valor, a casi 300 euros. Resulta que casi todos los alumnos, y también el profesor afectado, habían dejado durante la clase de Educación Física sus pertenencias de valor en los vestuarios sin tomar ninguna medida de precaución. De forma que ayudaron al ladrón a conseguir un botín fácil. Por desgracia éste no es un asunto aislado. Y es una pena, porque al igual que en este caso, las posibilidades de atrapar al autor son escasas. Con lo fácil que es tomar algunas sencillas medidas de precaución…

– ¿Es que no han tomado ustedes las huellas dactilares? –preguntó Charly de improviso interrumpiendo la clase-. ¡Porque eso es lo primero que hubiera hecho yo en un caso así!

Algo desconcertado, el inspector Jefe Stecker de la brigada criminal de la policía se quedó mirando a Charly, mientras por la clase se extendía un silencioso suspiro.

– Eh… ¿Huellas… dactilares? –tartamudeó finalmente-. Pues no, huellas dactilares no hemos tomado. Chico, ¿cómo se te ha ocurrido? ¿Acaso viste anoche alguna película de policías?

Joachim Friedrich (fragmento del libro El caso del grito en la sala de profesores, disponible en Biblioteca Juana Keiser)