Cuando Clotario llegó a la escuela, esta mañana, nos quedamos muy asombrados, porque tenía gafas en la cara. Clotario es un buen compañero, que es el último en la clase, y parece que le han puesto gafas por eso.
— El médico — nos explicó Clotario — les dijo a mis padres que si yo era el último quizá fuera porque no veía bien en clase. Entonces me llevaron a la tienda de gafas y el señor de las gafas me miró los ojos con una máquina que no hace daño, me hizo leer montones de letras que no querían decir nada y después me dio unas gafas, y ahora, ¡bang!, ya no seré el último.
A mí me extrañó un poco eso de las gafas, porque si Clotario no ve en clase es porque se duerme a menudo, pero quizá las gafas no le dejen dormir. Y, además, es cierto que el primero de la clase es Agnan, y es el único que lleva gafas, y por eso mismo no se le puede zurrar tan a menudo como uno quisiera. Agnan no quedó muy contento al ver que Clotario tenía gafas. Agnan, que es el ojito derecho de la maestra, siempre tiene miedo de que un compañero sea primero en su lugar, y nosotros nos pusimos muy contentos al pensar que ahora el primero sería Clotario, que es un compañero fenómeno.
— ¿Has visto mis gafas? — Le preguntó Clotario a Agnan —. Ahora voy a ser el primero en todo, y la maestra me mandará a buscar los mapas y seré yo quien borrará la pizarra. ¡Tururú!
— ¡No, señor! ¡No, señor! — Dijo Agnan —. ¡El primero soy yo! Y, además, no tienes derecho a venir a la escuela con gafas.
— ¡Claro que tengo derecho, mira! ¡No me digas! — Dijo Clotario —. ¡Y tú ya no serás el único ojito derecho de la clase! ¡Tururú!
—Y yo — dijo Rufo — voy a pedirle a mi papá que me compre gafas, ¡y también seré el primero!
— ¡Todos vamos a pedirles a nuestros papás que nos compren gafas! — gritó Godofredo —. ¡Todos seremos primeros y ojitos derechos!
Entonces fue terrible, porque Agnan se puso a gritar y a llorar; dijo que eso era trampa, que no teníamos derecho a ser los primeros, que se quejaría, que nadie lo quería, que era muy desgraciado, que iba a matarse, y el Caldo llegó corriendo. El Caldo es nuestro vigilante, y un día os contaré por qué le llaman así.
— ¿Qué pasa aquí? — Gritó el Caldo—. ¡Agnan! ¿Qué tiene, que llora así? ¡Míreme a los ojos y contésteme!
— ¡Todos quieren ponerse gafas! — le dijo Agnan, haciendo montones de hipos.
El Caldo miró a Agnan, nos miró a nosotros, se frotó la boca con la mano y después nos dijo:
— ¡Mírenme todos a los ojos! No voy a tratar de entender sus historias; todo lo que puedo decirles es que si les vuelvo a oír, actuaré con todo rigor. ¡Agnan, vaya a beber un vaso de agua sin respirar! ¡Y los demás, a buen entendedor, pocas palabras bastan!
Y se marchó con Agnan, que continuaba haciendo hipos.
—Oye —le pregunté a Clotario—, ¿nos prestarás tus gafas cuando nos pregunten?
René Goscinny (fragmento del libro Los amiguetes del pequeño Nicolás, disponible en Biblioteca Juana Keiser)