Hola, yo soy Pablo y te quiero contar una historia con mucha nieve. Así que, antes de pasar la página, ¡ponte un pijama que abrigue y tápate con la manta hasta la nariz!
Un sábado, la temperatura bajó y nevó todo el día. Por la tarde, yo estaba más que harto de ver tanta nieve, pero la nieve aún no se había cansado de caer del cielo. Y también nevó por la noche, de principio a fin. Los copos hicieron una alfombra en las calles y en los campos. Poco a poco fueron acumulándose de tal manera que cubrieron los buzones y los cubos de basura. Era tan difícil salir de casa que papá tuvo que coger una pala para ir al quiosco.
Después, la nieve tapó por completo los coches y los arboles pequeños.
– “¡Ya basta!” – decíamos todos.
Pero a la señora Nieve no le parecía bastante. Nevó y nevó hasta que desaparecieron los semáforos, las fuentes, los colegios y también los árboles más altos de los parques.
–¿Nevará todavía más?–pregunté a mi papá.
–No creo – me contestó riéndose.
–Es imposible, Pablo.
–ya tenemos aquí toda la nieve del mundo-dijo mi madre.
Pero estaban muy equivocados.
Xosé Cermeño (fragmento del libro Nieve, renieve, requetenieve, disponible en Biblioteca Juana Keiser)