Cuentan que durante la víspera de Navidad, desciende de las montañas para cumplir con su misión, asustar, intimidar o castigar a quienes que se portaron mal, una demoníaca criatura. Va deambulando por las calles al acecho de las personas que fueron malas durante todo el año. En su caminar, suenan pesadas cadenas oxidadas y campanas alertan de su presencia, provocando que aquellas familias que las escuchen, se encierren en sus casas.
Cuando el Krampus está cerca de atrapar a su víctima, esta tiene poco tiempo para arrepentirse de corazón por todas las maldades que hizo. Si no lo hace, no importa cuánto intente ocultarse, de qué manera o cómo, el monstruo la encontrará gracias a su peculiar olfato, la atrapará y la guardará en la cesta que lleva en la espalda. Y así, este ser demoníaco agarrará cuantos pueda y los llevará a las profundidades del inframundo donde serán castigados y atormentados hasta que pidan perdón. Si uno se arrepiente con sinceridad, se librará de arder en las brasas del abismo y ¡será devorado para terminar con su suplicio cuanto antes! Los que no, serán condenados a sufrir por toda la eternidad. Al llegar Navidad, el Krampus desaparece para dar paso al bondadoso San Nicolás quien es el benefactor de los que se portan bien.
Hasta aquí puede parecer que el Krampus sea un ser infalible, pero eso era sin contar con la astucia de Hans y Frida, dos jóvenes que no daban palo al agua. Preferían gastar bromas a sus profesores que hacer los deberes, cazar lagartijas para cortarles el rabo antes que ayudar a sus padres en las tareas de casa, y un largo etc. Al final pasó lo que tenía que pasar, en un descuido se encontraron de bruces con la criatura más temida ante la llegada de la Navidad. Sin poder remediarlo acabaron en su cesta y se fueron directo a su guarida. Tuvieron la oportunidad de arrepentirse pero no lo hicieron ya que, según ellos, nunca fueron malos sino más bien traviesos. Alegaron que debían recibir un juicio justo antes de ser condenados y convocaron al mismísimo San Nicolás para ser su defensor. Se pusieron tan pesados que acabaron con la paciencia del Krampus que les mando de vuelta a su casa con la condición de procurar, al menos ser buenos estudiantes…