La araña Ariadna

Ariadna tenía una cita con el doctor Lucanus, cuya reputación traspasaba las fronteras del jardín y llegaba hasta los campos vecinos.

Lucanus poseía un talento extraordinario. Era capaz de hacer una cosa que ningún otro insecto había hecho nunca en la tierra: curar a los demás.

En primer lugar, podía recomponer las patas y las alas rotas, gracias a una especie de yeso que preparaba con barro mezclado con ramitas y otras cosas desconocidas.

También sabía reconstruir los caparazones aplastados, con la ayuda de otra mezcla que contenía, según decían, baba de caracol, nueces y tela de araña.

Pero, sobre todo, era capaz de reconstruir la cara de un insecto desfigurado por un pájaro, e incluso transformarlo en un insecto diferente.

Lo importante para el doctor Lucanus era preservar la vida de sus pacientes.

Los que conseguían arrastrarse hasta él después de un accidente podían considerarse salvados.

Los insectos heridos ya no estaban condenados a morir de hambre y de agotamiento.

Desde que Lucanus estaba allí, con su capacidad para repararlo todo, habían surgido las esperanzas más locas. Le habían bautizado con el nombre de “el metamorfoseador”.

Un éxito tan grande atraía a mucha gente, así que, para conseguir cita, había que esperar semanas. Además, las constantes urgencias hacían siempre más lento el desarrollo de las visitas. Ariadna lo sabía.

Pascale Chadenat (fragmento del libro La araña Ariadna, disponible en Biblioteca Juana Keiser)