Fuenteovejuna

Acto Tercero

Salen ESTEBAN, ALONSO y BARRILDO

ESTEBAN: ¿No han venido a la junta?
BARRILDO: No han venido.
ESTEBAN: Pues más a priesa nuestro daño corre.
BARRILDO: Ya está lo más del pueblo prevenido.
ESTEBAN: Frondoso con prisiones en la torre,  y mi hija Laurencia en tanto aprieto, si la piedad de Dios no los socorre…

Salen JUAN ROJO y el REGIDOR

JUAN ROJO: ¿De qué dais voces, cuando importa tanto a nuestro bien, Esteban, el secreto?
ESTEBAN: Que doy tan pocas es mayor espanto.

Sale MENGO

MENGO: También vengo yo a hallarme en esta junta.
ESTEBAN: Un hombre cuyas canas baña el llanto, labradores honrados, os pregunta,
¿qué obsequias debe hacer toda esa gente a su patria sin honra, ya perdida? Y si se llaman honras justamente, ¿cómo se harán, si no hay entre nosotros hombre a quien este bárbaro no afrente?
Respondedme: ¿Hay alguno de vosotros que no esté lastimado en honra y vida? ¿No os lamentáis los unos de los otros? Pues si ya la tenéis todos perdida, ¿a qué aguardáis? ¿Qué desventura es ésta?
JUAN ROJO: La mayor que en el mundo fue sufrida. Mas pues ya se publica y manifiesta
que en paz tienen los reyes a Castilla y su venida a Córdoba se apresta, vayan dos regidores a la villa y echándose a sus pies pidan remedio.
BARRILDO: En tanto que Fernando, aquél que humilla a tantos enemigos, otro medio
será mejor, pues no podrá, ocupado hacernos bien, con tanta guerra en medio.
REGIDOR: Si mi voto de vos fuera escuchado, desamparar la villa doy por voto.
JUAN ROJO: ¿Cómo es posible en tiempo limitado?
MENGO: A la fe, que si entiende el alboroto, que ha de costar la junta alguna vida.
REGIDOR: Ya, todo el árbol de paciencia roto, corre la nave de temor perdida.
La hija quitan con tan gran fiereza a un hombre honrado, de quien es regida la patria en que vivís, y en la cabeza la vara quiebran tan injustamente. ¿Qué esclavo se trató con más bajeza?
JUAN ROJO: ¿Qué es lo que quieres tú que el pueblo intente?
REGIDOR: Morir, o dar la muerte a los tiranos,
pues somos muchos, y ellos poca gente.
BARRILDO: ¡Contra el señor las armas en las manos!
ESTEBAN: El rey sólo es señor después del cielo, y no bárbaros hombres inhumanos.
Si Dios ayuda nuestro justo celo, ¿qué nos ha de costar?
MENGO: Mirad, señores, que vais en estas cosas con recelo. Puesto que por los simples labradores estoy aquí que más injurias pasan, más cuerdo represento sus temores.
JUAN ROJO: Si nuestras desventuras se compasan, para perder las vidas, ¿qué aguardamos? Las casas y las viñas nos abrasan, ¡tiranos son! ¡A la venganza vamos!

Lope de Vega (fragmento obra Fuenteovejuna)