Cuentan que un día, el mejor arquero del mundo, recibió la visita de un joven que deseaba convertirse en un arquero tan bueno como él.
– Maestro – le dijo – ¿Qué puedo hacer para convertirme en el mejor arquero del mundo?
El hombre, ya mayor, le dijo:
– En el momento en el que consigas llegar a la luna con una de tus flechas, te habrás convertido en el mejor arquero del planeta, ya que todos se asombrarán ante tal logro.
El joven arquero agachó la cabeza y asintió, aunque un poco preocupado… ¿cómo conseguiría llegar con una de sus flechas hasta tan lejos? Sin embargo, lejos de asimilar su derrota, el joven arquero comenzó a practicar con su arco cada noche.
Disparaba desde lo alto de una colina a la luna cada día. A la luna llena, crecida o menguante. Todos le observaban entre obnubilados y burlones. Comenzaron a llamarle ‘el loco de la luna’.
Pero él no se rendía, y seguía cada noche disparando a la luna. Años después, regresó a la casa del maestro y le dijo:
– Lo intenté, Maestro, pero ninguna de mis flechas consiguió llegar a la luna… he fracasado.
Pero el anciano le respondió:
– Ahora sí, ahora te convertiste en el mejor arquero del mundo. Prueba tu destreza a la luz del día y comprobarás que eres imbatible.
Y fue entonces cuando el arquero se dio cuenta de que efectivamente, su esfuerzo y perseverancia, su práctica constante en medio de la noche, le habían convertido sin darse cuenta en el arquero con mayor precisión de todo el planeta.
Basado en un cuento de Alejandro Jodorowsky