La foca lectora

¿Sabes que el reino animal también disfruta mucho con la lectura? Al menos eso se cree gracias a una pequeña foca que se pasaba el día pegada a los libros. Se decía que aquella foca era muy lista y muy instruida, gracias a todo lo que había aprendido en los libros. Se pasaba el día leyendo y leyendo, casi sin levantar la mirada de las páginas que daban forma a todos aquellos conocimientos.

Su madre comentaba orgullosa a familiares, amigos y conocidos, como el interés de su hija por la lectura la llevaba a devorar más de cuatro y cinco libros en una sola tarde.

Una de aquellas tardes, la pequeña foca se dirigió, en compañía de sus padres, a casa de unos amigos que también tenían un hijo muy estudioso. Sin embargo, sus padres confesaban sin ningún tipo de vergüenza que le llevaba mucho tiempo terminarse un solo libro. Tardanza que se sucedía también con las lecciones de la escuela y el temario de sus exámenes.

Los padres de la pequeña foca sacudían la cabeza al escuchar aquello en señal de desagrado, al tiempo que ponían de manifiesto la clara diferencia de actitudes y habilidades existentes entre su hija y el hijo de sus amigos.

Para acabar con la rivalidad, decidieron realizar una prueba de lectura para comprobar, finalmente, cuál era el hijo más listo, habilidoso y mejor lector. Los dos pequeños se leyeron el mismo libro y, pasado un tiempo, sus respectivos padres les hicieron unas preguntas para ver lo que recordaban de cuanto habían leído. Pero la pequeña foca, llegado el día de las preguntas, no recordaba ni siquiera el título del libro que había tenido entre sus manos. Había leído tan apresurada, con el fin de demostrar que era la más rápida y mejor lectora, ¡que no se había enterado de una sola palabra! Su amigo, por el contrario, pudo contar sin problemas todos los detalles del libro leído.

Los padres de la pequeña foca volvieron a casa muy avergonzados. Habían dado por hecho que su hija era superior a otros niños, sin preocuparse de saber nada más sobre su hija. Una vez en casa, hicieron comprender a la pequeña foca que los buenos resultados no se consiguen de forma atropellada ni urgente, y poco a poco, aprendió lo que era saborear, despacito y pausadamente, un libro.