La maceta albahaca

Vivía un zapatero muy humilde en una casita frente al palacio real. El rey podía ver desde su ventana una maceta de albahaca que las tres hijas del hombre tenían en la repisa de la ventana. Cada día una de las tres hijas regaba la planta. Y el rey, al que le gustaba mostrar su superioridad e inteligencia, se le ocurrió hacerles una pregunta. El primer día, salió la hija mayor, y el rey le preguntó:

Niña, niña, tú que riegas la maceta de albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

La chica, avergonzada por no tener la respuesta, cerró rápido la ventana y el rey soltó una sonora carcajada.

Al segundo día, le tocó el turno a la hija mediana. Estaba regando la planta, cuando el rey salió al balcón y preguntó:

Niña, niña, tú que riegas la maceta de albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

Al igual que su hermana, se metió rápido en su habitación sin contestar al rey. Pero al tercer día, salió a regar la maceta la hija pequeña, que era resuelta y muy inteligente. El rey la vio y preguntó:

Niña, niña, tú que riegas la maceta de albahaca, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

Y ella, sin avergonzarse, respondió:

Majestad, usted que está en el balcón, ¿cuántos rayos tiene el sol?

El rey, que no esperaba esa respuesta, no supo contestar, y se metió en la habitación algo avergonzado.

¡Qué chica tan impertinente! – dijo entonces, no sin sonreír, porque en el fondo, le encantaban las mujeres con mucha personalidad.

El rey pensó cómo ganarle la “jugada” a la chica. Al día siguiente, mandó a uno de sus pajes para que gritara por la calle

– “¡Cambio uvas por besos!”

Así, el paje consiguió que la hija pequeña, a la que le gustaban mucho las uvas, le diera un beso al paje. Y así, el día que la joven regó la maceta, el rey salió al balcón y le dijo:

Niña, niña, tú que riegas la maceta de albahaca, y diste un beso a mi paje, ¿cuántas hojitas tiene la mata?

La chica se dio cuenta de que le había engañado, y se metió en el cuarto, con algo de rabia. ¡No le gustaba nada que le ganara el rey con sus “jugarretas”. Pero aún así… le encantaba que fuera tan listo como ella.

La chica decidió no salir más a regar la planta y el rey, que se había enamorado de la joven, enfermo de amor por no verla. Y a pesar de que le atendieron todos los médicos del reino, no conseguían dar con el antídoto a su mal.

A la joven se le ocurrió ir entonces a palacio, disfrazada de médico y con un burro, y la dejaron entrar sin sospechar quién era. Ya junto a él le dijo:

Majestad, solo tiene que dar un beso a mi burro y salir mañana al balcón a recibir los primeros rayos de sol.

El rey hizo lo que le dijo la chica. Y al día siguiente, cuando salió al balcón, la muchacha le dijo:

Majestad, usted que está en el balcón, y dio un beso a mi burro, ¿cuántos rayos tiene el sol?

El rey se dio cuenta de que la chica le había vuelto a engañar. Entre enfadado y admiración, llamó al zapatero y le dijo:

En tres días quiero que me traigas a tus tres hijas. La menor debe venir además bañada y no bañada, peinada y no peinada y en burro y sin burro.

El hombre se asustó, no entendía muy bien qué quería decir el rey con ese último requisito. Pero la hija menor, que seguía el juego del rey, dijo:

No te preocupes, padre, que sé qué debo hacer.

Y a los tres días, el zapatero se dirigió al palacio con sus tres hijas. En último lugar iba la menor, con la mitad del pelo peinado y la otra mitad enmarañado, la mitad del cuerpo limpio y la otra mitad sucio, y una pierna en el burro y la otra fuera. El rey, al verla llegar, se rió y dijo:

¡Nunca antes nadie me había dado tantas lecciones seguidas! En premio de tu astucia, puedes llevarte lo que más te guste del palacio. Yo me iré a dormir una siesta y puedes pasear por el palacio a tu antojo.

Y en cuanto el rey se durmió, la joven pidió a unos cuantos pajes que le ayudaran a llevarse al rey a su casa. Cuando despertó y vio que estaba en una humilde habitación, se asustó un poco, pero pronto vio a la joven que le dijo:

Majestad, me dijo que me llevara lo que más me gustaba.

Embelesado y enamorado de ella como estaba, y viendo que nunca podría ganarla, el rey le pidió matrimonio y en pocos días se casaron y fueron muy felices.