Shawneen y el ganso

El pequeño Shawneen vivía en una humilde casa en lo alto de una verde colina irlandesa. Un soleado día, su madre le dijo:

Se han terminado las cerillas. ¿Puedes ir a por una caja a la tienda de la señora Murphy?

Al pequeño Shawneen se le encendieron los ojos. ¡Adoraba ir a la tienda de la señora Murphy! Allí podía encontrar todo tipo de cosas, desde juguetes hasta aparatos de lo más extraño.

¡Claro! ¡Voy ahora mismo! – dijo el pequeño guardando en su bolsillo las monedas que le dio su madre.

Shawneen bajó corriendo la colina y llegó a la tienda. Pero antes de entrar, pegó su pequeña nariz contra el escaparate. Detrás de un montón de tazas, platos y cubiertos, brillaba una hermosa trompeta dorada, con dos borlas que caían a los lados.

¡Wooow! ¡Qué bonita! – exclamó el niño.

Shawneen pasó a la tienda y pidió la caja de cerillas. Después de pagar, preguntó:

¿Me dejarías soplar una vez en la trompeta dorada?

¿Una vez solo? – respondió la señora Murphy – Sopla las veces que quieras.

Y la mujer fue al escaparate y llevó la imponente trompeta al pequeño, que la agarró con delicadeza, acercó los labios y sopló con todas sus fuerzas. Al principio sonó muy débil, porque el niño tenía miedo de pasarse con el soplido. Después, sonó tanto, que el pequeño temió haber despertado a todo el pueblo.

¡Es fantástica! – dijo emocionado el niño – ¿Cuánto cuesta?

Oh, me temo que no puedo dártela por menos de diez chelines y seis peniques – respondió la señora Murphy.

Vaya. Eso era mucho dinero. Shawneen pensó en todo lo que su madre podía comprar con diez chelines y seis peniques. Necesitaban zapatos nuevos… y reparar la ventana rota de la casa. Su madre soñaba con un nuevo chal, un nuevo arnés para el burro y una nueva tetera, porque la suya estaba rota.

El pequeño devolvió la trompeta a la señora Murphy y se alejó de la tienda un tanto triste. ¿Cómo podría conseguir dinero?

A mitad de camino, se sentó a descansar cerca de un árbol. Y de pronto vio junto a unas hojas a un ser diminuto vestido de verde. No debía tener más de treinta centímetros de estatura y estaba durmiendo plácidamente bajo un matorral.

¡Un duende! – exclamó el pequeño.

Entonces, Shawneen se acercó a él y lo alzó sujetándolo por la chaqueta. El duende se pegó un buen susto.

¡Aaaaah!- gritó el duendecillo mientras intentaba escapar – ¿Qué formas son estas de tratar a un caballero?

Claro que te soltaré – respondió Shawneen – Pero antes debes decirme cómo conseguir diez chelines y seis peniques para comprar la trompeta de la señora Murphy.

Ah, ya veo… necesitas dinero. Pues tendrás que ganártelo. No esperes conseguir algo a cambio de nada. Por cierto… ¿podrías dejar de apretarme el estómago? ¡Terminaré vomitando!

Sí, claro – respondió el niño rebajando la presión de los dedos – Pero, ¿cómo gano el dinero?

Está bien… pero no le digas nada a nadie… rompe el huevo de ganso y véndelo.

El niño miró a sus pies, donde señalaba el duende, y vio un enorme huevo blanco. Al levantar la mirada de nuevo, el duendecillo ya no estaba. El pequeño recogió el huevo y lo llevó a su casa. “Es un huevo grande... seguro que nace un buen ganso y con el dinero que me den por él en el mercado, puedo comprar a trompeta de la señora Murphy”, pensó el niño.

¡Mamá, mamá! ¡Mira lo que encontré en el camino!

¿Un huevo de ganso? ¡Es enorme! ¿Dónde lo encontraste?

Pero Shawneen recordó lo que le dijo el duende, así que no respondió.

¿Podemos incubarlo para que nazca el ganso? – preguntó de pronto.

Bueno, está bien, lo pondremos en el gallinero y alguna de las gallinas lo incubará.

A cabo de unos días, en el gallinero nacieron doce pollitos y un ganso. Todos amarillos. La verdad es que el ganso era bastante feo: tenía el cuello largo y huesudo, y las plumas salían por el cuerpo de forma desordenada. Tenía las patas largas y rosas y caminaba de forma torpe.

¿Puedo criarlo?- preguntó el niño encantado con su ganso.

Está bien – respondió la madre – Pero recuerda darle bastante de comer, para que engorde rápido. Así podremos venderlo sin problemas en el mercado.

Sin embargo, el ganso comenzó a ser muy pronto el protagonista de todos los comentarios entre los vecinos.

No es un ganso normal – decían – Solo hace falta ver cómo anda, de puntillas, creyéndose el rey del mundo…

Y lo cierto es que el ganso de Shawneen era muy travieso, y le gustaba “hacer de rabiar” al resto de animales. Se paseaba con orgullo delante de gallinas y patos, tiraba de la cola a los cerdos mientras comían… Un día le hizo una mueca al burro, y el animal, del susto, tiró todos los barriles que cargaba.

Los padres de Shawneen estaban hartos de él. Un día de lluvia, el ganso entró por la ventana en la casa y empezó a batir las alas para secarse frente a la chimenea. ¡Puso toda la habitación llena de cenizas!

¡No puedo con este animal! – protestó la madre del niño – ¡Donde mejor estará es en la cazuela!

El ganso, que era muy inteligente, comenzó a oír a los padres de Shawneen hablar de él. Un día aprovechó un descuido de la madre para subirse a la mesa en donde ella hacía pan, la mujer ya dijo desesperada:

¡Mañana te llevaremos a la feria! ¡Se acabó!

El ganso sabía lo que eso significaba… los animales que iban a la feria, no regresaban jamás, así que decidió que se iría de la granja al amanecer.

Esperó junto a la verja su momento, y en cuanto comenzó a clarear, saltó al otro lado, con la mala suerte de caer encima del bandido más pícaro de toda Irlanda: “Ned el dormilón”, que descansaba junto a la verja en ese mismo momento. La pelea fue tremenda, pero al final Ned consiguió atrapar al ganso, lo metió en una bolsa y se fue con él a seguir haciendo fechorías

El padre de Shawneen, al despertar, preparó todo para ir a la feria, pero no conseguía encontrar al ganso.

¿Alguien sabe dónde está? Tendré que partir sin él…

El niño buscó por todas partes de la granja sin éxito, así que su padre partió hacia la feria. El niño entristeció. Había estado cuidando al ganso todo este tiempo con el objetivo de conseguir su trompeta… y ahora su sueño se esfumaba de golpe.

Igual está por la colina – dijo su madre. Y Shawneen, más esperanzado, decidió buscarlo.

Por el camino, el pequeño se encontró con unas mujeres que recogían ropa tras una valla.

Perdonen, señoras, ¿han visto por casualidad un ganso por aquí?

¿Un ganso? No… pero como encontremos a quien se ha llevado las camisas buenas que habíamos tendido, se va a enterar…

El pequeño siguió caminando, y un poco más adelante se encontró con una anciana asomada a una ventana.

Perdone usted, ¿no habrá visto un ganso por aquí? – preguntó el niño.

Pues no, no vi ninguno, pero alguien se llevó la tetera de plata que dejé secando en la ventana – respondió con tristeza.

Shawneen siguió andando y se encontró con unos hombres que segaban el campo.

Perdonen, ¿vieron por casualidad un ganso por aquí? – preguntó de nuevo el niño.

¿Un ganso? Pues no… , pero nos encantaría encontrar a quien se llevó nuestros abrigos y nuestra comida…

Y así, el pequeño fue encontrando más personas a las que les habían robado algo. Hasta que llegó al pueblo y se topó con dos policías, a quienes también preguntó.

No, pequeño, no hemos visto ningún ganso. Pero nos encantaría dar con “Ned el dormilón”. Nos han dicho que anda cerca y estamos deseando atraparlo…

Shawneen se sentó en una piedra, algo desmoralizado. ¡No conseguía encontrar a su ganso! Entonces comenzó a llover de forma torrencial.

¡Me voy a calar!- dijo el pequeño.

Vio que tenía cerca el castillo semiderruido y decidió ir hasta allí para protegerse de la tormenta. Pero cuando estaba a punto de entrar en la habitación que aún conservaba el techo, escuchó un sonido:

Ssssss… sss…sss

Shawneen reconoció ese sonido. Se asomó y vio al bandido que buscaba la policía durmiendo. A su lado, un saco. Y dentro del saco, algo que se movía y picoteaba la tela. Ya había abierto un pequeño agujero.

¡Mi ganso!- pensó el pequeño.

Shawneen fue corriendo hasta el pueblo y buscó a los policías. Al fin les encontró:

¡Rápido! ¡Encontré a Ned el dormilón!

¿De verdad? ¿Puedes llevarnos hasta él?

Claro que sí.

El niño les condujo hasta el castillo semiderruido y el bandido fue sorprendido mientras dormía. No pudo hacer nada para escaparse. Del saco salió entonces el ganso de Shawneen. También había muchas otras cosas dentro: camisas, comida, una tetera de plata…

El niño bajó con la pareja de policías hasta el pueblo, y uno de los agentes tendió frente a él una bolsa repleta de monedas.

Dar con “Ted el dormilón” tenía recompensa – le dijo – Tuya es.

El pequeño no podía creer lo que veía… ¡Con ese dinero podía comprar todo lo que su madre necesitaba y con lo que sobraba, hacerse con su trompeta. No se lo pensó dos veces. Fue corriendo hasta la tienda de la señora Murphy, y en nada regresó con la trompeta dorada.

Uno de los policías dijo entonces:

Si supiéramos a quién pertenece todo esto…

El niño miró los objetos del saco y dijo.

¡Yo sí lo sé!

¿Y puedes llevarnos hasta ellos?

Mejor aún, conseguiré que ellos vengan aquí.

Y Shawneen comenzó a hacer sonar su trompeta, con una melodía tan dulce y rítmica, que todos comenzaron a acudir desde sus casas. El ganso bailaba con gracia, y los aldeanos pudieron recuperar sus cosas.

Ahora sí, parece un ganso normal… ¡y qué estiloso! – decían los vecinos del niño mientras bailaban al ritmo de la música.