La llave de plata

Randolph Carter llevaba tiempo buscando salir de la rutina. Hacía mucho que no había vuelto a tener esos sueños a través de los cuales podía viajar a otros mundos. Desde el día en el que acudió con su amigo Warren al maldito cementerio y vio cómo bajaba por esa cripta de la que nunca volvió, había notado que la rutina y la aburrida realidad se adueñaba de su alma poco a poco.

Carter quería volver a la época en la que vivía con emoción y suspense cada noche, atraído por extraños sueños a través de los cuales podía descubrir mundos asombrosos. Y recordó de pronto lo que le sucedió a los 10 años, ese momento en el que cambió su vida para siempre.

Los recuerdos de infancia de Carter

Recordó cuando estando en la casa familiar de Arkham, perdida en la espesura de unos maravillosos bosques, se adentró en la Caverna de las Serpientes. Aquel lugar en donde un día desapareció un antecesor suyo, perseguido por los verdugos de las supuestas brujas de Salem.

Carter tenía aún recuerdos de aquel día en el que llegó arrastrándose por la cueva hasta una estrecha gruta que terminaba en una alargada grieta por donde pasó, sin más, al otro mundo. De aquel mundo no recordaba nada, pero al volver, aquel niño risueño dejó de ser el mismo. Su sed de conocimiento por lo oculto aumentó día tras día, hasta llenar su casa, durante su juventud, de extraños libros, pergaminos y objetos místicos llegados de recónditas regiones del mundo.

El descubrimiento de la llave de plata

Tal vez gracias a todos esos recuerdos de infancia que Carter volvió a revivir, una noche soñó al fin con su abuelo, quien le recordó el cofre y la llave de plata. ¡Lo había olvidado! Su abuelo le había entregado siendo niño un misterioso cofre, que despedía un exquisito olor, sellado con bandas de metal y labrado con extraños dibujos.

A la mañana siguiente, con ayuda de su criado, Carter consiguió encontrar en el desván el cofre. Después de un arduo trabajo, entre ambos lograron abrirlo. El cofre seguía despidiendo un aromático y embriagador olor y en su interior, envuelta en un misterioso pergamino, había una llave de plata, adornada con extraños arabescos.

El pergamino estaba escrito en caracteres similares a los que su amigo Warren había visto en un libro antes de bajar a aquella tumba del cementerio. Un libro que consiguió en la India

Carter entendió entonces, gracias a un sueño más, que las respuestas a todos sus interrogantes y la posibilidad de recuperar el acceso a esos extraños mundos con los que soñó en su infancia y juventud, estaban en el pasado, y que debía regresar de inmediato al mismo lugar en donde un día dejó de ser un niño para siempre.

El regreso de Carter a la Caverna de las Serpientes

Al día siguiente, Carter tomó el pergamino y la llave de plata y se dirigió en coche al lugar en donde había pasado increíbles veranos junto a su tío abuelo Christopher, en esa casa que su familia tuvo en Arkham. Al llegar al bosque, un impulso le hizo abandonar allí mismo el coche y seguir a pie por el bosque. Tenía la sensación de que aquel coche no formaba parte de ese mundo. Allí, dentro del coche, dejó también el pergamino. Se guardó la llave de plata en el bolsillo de su camisa y siguió andando hacia su antigua casa.

La casa debía estar ya en ruinas, pero cuando estaba cerca, vio a lo lejos el brillo de las ventanas. Se frotó los ojos. ¡No podía ser! Y de pronto, un escalofrío le recorrió la espalda, al escuchar la voz inconfundible de Corey, el criado de su tío abuelo. Pero… ¿Cómo estaba vivo? ¡Tendría más de 150 años! Sin embargo, Corey pareció dirigirse a él con total naturalidad:

¡Señorito Randy! ¡Al fin le encuentro! Cuando le vea tu tío, le va a echar una buena bronca.

El criado le llevó hasta la vivienda, en donde efectivamente, esperaba su tío abuelo, Christopher, fallecido hacía tiempo:

¡Maldito crío! ¡Te vas sin decir nada! ¡Menudo susto nos has dado a todos!

La entrada de Carter a la Caverna de las serpientes

Carter cenó aquella noche junto a su tío abuelo, y con la primera luz del día, después de desayunar, se fue corriendo, con su llave de plata, hacia la Caverna de las serpientes.

Carter no podía recordar dónde había encontrado aquella llave, pero sabía que era la clave para resolver todas sus dudas. Entró en la cueva, se arrastró sin dudar hasta la siguiente gruta. Los recuerdos se hacían cada vez más nítidos, y se movía sin dificultad, recordando cada movimiento que dio hacía ya 44 años. Y allí estaba, esa misma ranura estrecha por donde accedió cuando tenía casi 10 años al otro mundo. Sacó su llave de plata, su corazón comenzó a golpearle con fuerza y sus ojos despidieron un brillo cegador.

El misterioso final de Randolph Carter

Por más que buscaron a Randolph Carter, solo pudieron encontrar al comienzo del bosque su coche con un extraño pergamino dentro. Revisaron lo que quedaba de su vivienda familiar: solo las vigas del sótano abiertas al cielo; rastrearon también parte de la Caverna de las serpientes en busca de huellas, pero por extraño que parezca, solo encontraron algunas huellas infantiles.

Nadie podía explicar dónde podía estar Carter, aunque los investigadores habían certificado que alguien había estado en las ruinas de la vivienda.

Ni siquiera el testimonio del criado de Carter, contándoles todo lo que había sucedido con aquel misterioso cofre del pergamino y la llave de plata, pudo dar explicaciones a su desaparición. Cuatro años después de que le vieran por última vez, decidieron certificar su muerte, a pesar de que no habían encontrado ningún cuerpo.

H.P.Lovecraft