El curioso incidente del perro a medianoche

Vi que la señora Shears me estaba mirando, esperando a que me fuera, porque la veía de pie en el vestíbulo, al otro lado del cristal esmerilado de su puerta de entrada. Así que recorrí de vuelta el sendero y salí del jardín. Entonces me volví y vi que ya no estaba de pie en el vestíbulo. Me aseguré de que no hubiera nadie mirando y salté la tapia, y anduve junto a la casa hasta el jardín de atrás y el cobertizo donde guardaba las herramientas de jardinería.

El cobertizo estaba cerrado con un candado y no podía entrar, así que lo rodeé hasta la ventana lateral. Entonces tuve un poco de buena suerte. A través de la ventana vi una horca que tenía exactamente el mismo aspecto que la horca que había visto sobresalir de Wellington. Estaba encima del banco, junto a la ventana, y la habían limpiado, porque no había sangre en las púas. También vi otras herramientas: una pala, un rastrillo y unas de esas largas tijeras de podar que se usan para cortar ramas altas difíciles de alcanzar. Y todas ellas tenían los mismos mangos de plástico verde que la horca. Eso significaba que la horca pertenecía a la señora Shears. O era así, o se trataba de una Pista Falsa, que es una pista que te hace llegar a una conclusión errónea, o algo que parece una pista pero no lo es.

Me pregunté si la propia señora Shears habría matado a Wellington. Pero si hubiera matado ella misma a Wellington, por qué habría salido corriendo de la casa gritando «¿Qué coño le has hecho a mi perro?».

La señora Shears probablemente no había matado a Wellington. Pero quien fuera que lo hubiese matado, probablemente lo había matado con la horca de la señora Shears. El cobertizo estaba cerrado. Eso significaba que era alguien que tenía la llave del cobertizo de la señora Shears, o que ella se lo había dejado abierto, o que se había dejado la horaca tirada en alguna parte del jardín…

Mark Haddon