El largo viaje

El centinela alemán está al otro lado de la reja, de pie ante mi patio, y me mira. No le he visto acercarse. Es un soldado de unos cuarenta años, con el rostro embotado, o tal vez sea el casco lo que le da un aspecto embotado. Pues tiene una expresión abierta, una mi- rada franca.
-Verstehen Síe deutsch? -me pregunta. Le digo que sí, que entiendo alemán.
-Ich mochte Ihnen eine Frage stellen-dice el soldado. Este hombre es cortés, quisiera hacerme una pregunta y me pide permiso para hacérmela.
-Bitte schon -le digo.
Está a un metro de la reja, hace un gesto para colocarse en su sitio la correa del fusil, que se le había resbalado del hombro.

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Este soldado alemán desea hacerme una pregunta, yo le digo que «se lo ruego», somos muy corteses, qué simpático es todo esto.
Warum sind Sie verhaflet? -pregunta el soldado. Es una pregunta oportuna, hay que reconocerlo. Es la pregunta que en este preciso momento va más lejos que cualquier otra pregunta posible. ¿Por qué estoy detenido? Responder a esta pregunta no sólo es decir quién soy, sino también quiénes son todos aquellos a quienes detienen en este momento. Es una pregunta que nos proyecta fácilmente de lo particular a lo general. ¿Por qué estoy detenido, es decir, por qué estamos todos nosotros detenidos, por qué se detiene, en general? ¿En qué se parecen todas estas gentes tan distintas a quienes detienen? ¿Cuál es la esencia histórica común de todas estas gentes tan dispares, inesenciales la mayor parte de las veces, a quienes detienen? Pero es una pregunta que va todavía más allá. Al preguntar el porqué de mi detención saldrá a relucir la otra cara de la pregunta. Pues yo estoy detenido porque me han detenido, porque hay quienes detienen y quienes son detenidos. Al preguntarme: ¿por qué está usted detenido?, me pregunta al mismo tiempo: ¿por qué estoy yo aquí, para vigilarle? ¿Por qué tengo orden de disparar contra usted si intenta escapar? ¿Quién soy yo, en resumen? Esto es lo que pregunta este soldado alemán. Dicho de otro modo, es una pregunta que va muy lejos.

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Parece sincero, desesperado ante la idea de que le identifique con sus compatriotas de la Feld o de la Gestapo. -Entonces -le pregunto-, ¿por qué está usted aquí? -Esa es la cuestión dice.
Pero se oye una llave en la cerradura del patio, el guardián viene a buscarme.
Ésa es la cuestión, en efecto, das kt die Frage. Llegamos a ella a la fuerza, incluso a través de este diálogo de sordos, incoherente, que acabamos de tener. Y soy yo quien debo plantear la pregunta: ¿por qué está usted aquí?, warum únd Siebier?, porque mi situación es privilegiada. Es privilegiada en relación con este soldado alemán y en lo que concierne a las preguntas que hay que hacer. Porque la esencia histórica común a todos a quienes nos detienen en este año 43 es la libertad. Nos parecemos en la medida en que participamos de esta libertad, nos identificamos en ella, nosotros que somos tan dispares. Nos detienen en la medida en que participamos de esta libertad. Por tanto, es a nuestra libertad a la que hay que interrogar, y no a nuestra situación de detenidos, a nuestra condición de prisioneros. Claro que dejo aparte a quienes trafican en el mercado negro y a los mercenarios de los servicios especiales. Para éstos, su esencia común es el dinero, no la libertad. Por supuesto, no pretendo que participemos todos al mismo nivel de esta libertad que nos es común. Algunos, y seguramente son muchos, participan accidentalmente de esta libertad que nos es común. Tal vez hayan elegido libremente el maquis y la vida clandestina, pero desde entonces siguen la inercia que este acto libre ha desencadenado. Asumieron libremente la necesidad de irse almaquis, pero desde aquel entonces viven en
la rutina que esta libre elección desencadenó. No viven su libertad, se adormecen en ella. Pero no se trata ahora de entrar en los detalles y circunloquios de este problema. Sólo hablo de la libertad de manera ocasional, mi propósito es el relato de este viaje. Quisiera decir simplemente que, ante esta pregunta del soldado alemán de Auxerre: Warum únd Sie verhaftet?, sólo hay una respuesta posible. Estoy detenido porque soy un hombre libre, porque me he visto en la necesidad de ejercer mi libertad y he asumido esta necesidad. Del mismo modo, a la pregunta que hice al centinela aquel día de octubre: Warum sind Sie bierf, y que resulta una pregunta mucho más grave, sólo cabe también una respuesta posible. Está aquí porque no está en otra parte, porque no ha sentido la necesidad de estar en otra parte. Porque no es libre.

 

Jorge Semprún