La despedida del Principito

Al fin encontré la forma de arreglar la avioneta. Pero a pesar del entusiasmo, sentí un hondo pesar. Escuché la voz del Principito a lo lejos. Parecía estar hablando con alguien:

Sí, es el momento, pero no el lugar. ¿No te acuerdas? ¡No es exactamente aquí!- decía.

Al principio no vi nada. El Principito estaba subido a lo alto de un muro.

¿Tienes buen veneno? ¿Estás segura de que no me harás sufrir?- dijo entonces.

Y en ese momento la vi: una de esas serpientes amarillas y escurridizas, tan letales que son capaces de matar a una persona en solo diez segundos.

Vete- le dijo el Principito a la serpiente, que estaba pálido- Necesito bajar.

Asustado, fui a buscar la pistola, pero al regresar, la serpiente ya se había escondido entre las piedras. Tomé al Principito en brazos para ayudarlo a bajar. Le solté un poco la bufanda dorada y sentí el débil latir de su corazón.

-¿Ahora hablas con serpientes?- le pregunté.

Pero el Principito solo dijo:

Me alegro de que hayas arreglado la avioneta y puedas irte de aquí.

¿Cómo lo sabes?-pregunté extrañado.

Yo también vuelvo a mi casa. Pero está más lejos, y es más difícil…

Sus palabras me sonaron tristes, melancólicas. Le abracé y sentí algo extraño, como si a pesar de mis brazos el Principito se escurriera entre ellos sin que pudiera hacer nada.

Recuerda que tengo tu cordero, la caja… y el bozal.

Esperé a que el Principito entrara en calor.

Has pasado miedo- le dije.

Más miedo pasaré esta noche…- respondió él.

Sentí un miedo atroz. No podía imaginar que no podría volver a escuchar su risa.

Principito, quiero oírte reír otra vez

Esta noche hará justo un año de mi llegada aquí, y mi estrella estará en el mismo lugar…

Dime que esto de la serpiente es un mal sueño- le dije entonces.

Pero él respondió:

Lo importante no se ve.

Sí, es cierto…

Y si amas a una flor que está en una estrella, al mirar las estrellas pensarás que tu flor está en cualquiera de ellas. Y amarás todas las estrellas… Mi estrella está allá arriba. Es muy pequeña, no sabría decirte dónde está. Pero cuando mires al cielo, al ver las estrellas… todas te harán este regalo.

Y entonces, el Principito rió, y su risa llenó mi corazón de calor.

Este es mi regalo…

¿Qué quieres decir?

Para los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, solo son luces. Para los sabios, son problemas. Y para la gente de negocios, números. Pero para ti, las estrellas reirán. Porque cuando las mires, buscarás mi estrella y ella te reirá, y todas las estrellas serán mi estrella.

Y el Principito volvió a reír.

Y te traerá un buen recuerdo… siempre serás mi amigo, así que de vez en cuando abrirás la ventana y reirás al ver las estrellas. Los demás pensarán que estás loco… Y tú les responderás ‘¿no escucháis la risa, como unos cascabeles?’. Pero quiero decirte también algo más… Esta noche me iré. No quiero que lo veas. Parecerá que sufro, pero en realidad no lo haré. Tengo que dejar aquí el cuerpo. Es demasiado pesado. No podría llegar a mi estrella con él…

Yo no te dejaré solo- le dije.

Debo ir solo. Lo digo por la serpiente… podría morderte… aunque dicen que el veneno solo hace efecto la primera mordedura…

Esa misma noche, el Principito se fue. Cuando logré alcanzarlo, me tomó de la mano y dijo:

Ah, estás aquí. Has hecho mal, vas a sufrir… Pero ¿sabes?, yo también te veré al mirar las estrellas. Todas las estrellas me darán de beber como tú me diste de beber de aquel pozo del desierto.

Entonces dio un paso más y solo vi un relámpago amarillo en su tobillo. El Principito cayó sobre la arena sin hacer ruido. Y quedó inmóvil.

Sé que llegó a su estrella. Lo sé porque al día siguiente, su cuerpo ya no estaba. Desde entonces, me encanta mirar las estrellas y efectivamente, escucho su risa como cascabeles en medio de la noche. Pero pasa algo extraño. Se olvidó el bozal para su cordero y de vez en cuando pienso en la rosa. ¿Se la habrá comido el cordero? ¿O habrá conseguido el Principito poner su mampara de cristal a tiempo?