Recuerdos de infancia

Uno de los pensamientos más estimulantes para la mayoría de los adolescentes consiste en anticipar con la imaginación su decimoctavo cumpleaños, como si ese preciso momento en el que dejarán de ser solo hijos, primos y sobrinos para convertirse en personas a ojos de la ley marcase la frontera entre un antes sometido a la voluntad de otros y un después liberador.

Clara no era una excepción, aunque tampoco sería justo decir que el asunto la tuviese obsesionada. Poder votar, pedir una cerveza o sacarse el carné de conducir eran más bien temas frecuentes en las conversaciones con los compañeros del instituto que una seria preocupación personal.

Hasta el día que los cumplió.

A costa de sus ahorros había estado celebrándolo con unos cuantos amigos en la bodeguilla del barrio y, al regresar a casa, encontró todas sus pertenencias organizadas con mucho esmero en el rellano de la escalera…

 

Miguel Sandín, (fragmento del libro El silencio de la rana, disponible en Biblioteca Juana Keiser)

El libro de zafiro

Toledo, 28 de abril de 1487

El sol, que acababa de elevarse sobre la catedral, inundó la plaza Zocodover de hilillos de luz rojo sangre.

Fray Hernando de Talavera, confesor de Su Majestad, la reina Isabel de

Castilla, deslizó los dedos por su larga barba canosa, recortada en punta, y se inclinó discretamente hacia la joven sentada a su lado.

— Supongo, doña Manuela, que no es el primer auto de fe que presenciáis.

— Os equivocáis. Más de una vez he sido invitada a asistir a este tipo de ceremonias, pero nunca acepté. Y si Su Majestad no hubiera insistido tanto en que la representara hoy, creo que…

El estruendo de las campanas de la catedral y las iglesias vecinas ahogó el final de la frase.

La procesión entraba en la plaza.

Lo primero que atraía las miradas era la cruz. Una gran cruz cubierta con crespón negro, trono y carroza de los ejércitos de Dios, llevada a hombros por los dominicos del convento real. Los habituales sabían de qué color era: un verde oscuro que no vería la luz hasta el momento de la absolución solemne. La seguían unos soldados con casco y alabarda, monjes encapuchados y sacerdotes que cantaban las alabanzas de Dios.

Las autoridades civiles y eclesiásticas, rigurosamente alineadas, avanzaban en dos cortejos paralelos y organizados por orden decreciente de importancia: el corregidor detrás de los regidores, y el decano detrás de los canónigos, quienes por su parte precedían a los miembros del tribunal, cuyo procurador general llevaba el pabellón, un rectángulo de tafetán de color carmesí, adornado con encajes y borlas plateadas, que lucía las armas de la Inquisición: el Estandarte de la Fe.

Gilbert Sinoué (fragmento de El libro de zafiro, disponible en Biblioteca Juana Keiser)

La nube de ronquidos

La siesta ¡Qué horror! Todos los días lo mismo ¡Qué aburrimiento!

Paula subió la escalera despacio, enfadada. Entró en su cuarto y abrió la ventana; llamó a Diego, que vivía al lado; también él tenía que dormir la siesta:

— ¡Diego, Diego abre la ventana!

Paula y Diego tenían siete años, pero Paula era dos días mayor que Diego y eso se notaba, así que él siempre la obedecía.

— Sí. ¿Me has llamado Paula?

— Habla bajito para que no puedan escucharnos; los mayores tiene las orejas muy arriba.

–Tienes razón, prima, mi papá siempre se agacha para hablar conmigo.

Paula preguntó a Diego:

— ¿Tú sabes roncar?

— No, ¿y tú? – contestó Diego.

— La verdad es que lo he intentado, pero no sé roncar como papá. Él sí sabe, silba y sopla como nadie, levanta las sábanas y las mantas como un campeón…

 

José M. Hernández Aguiar, (fragmento del libro La nube de ronquidos; disponible en Biblioteca Juana Keiser)

Fracaso total

A los once años, Virgil Salinas ya lamentaba su paso por secundaria, ¡y eso que apenas había terminado el primer año! Se imaginaba los cursos que le quedaban por delante como una larga serie de obstáculos, cada uno más alto y grande y pesado que el anterior, y a él allí, plantado en sus delgadas y debiluchas piernas. No era bueno saltando obstáculos. Lo había descubierto en sala de gimnasia, donde era el más pequeño, el más insignificante, a quien siempre escogían el último.

A pesar de todo, debería estar contento de que fuera su último día de escuela. El año había terminado. Tendría que ir saltando de felicidad de camino a casa, listo para aprovechar todo un verano por delante. Pero en lugar de eso, cruzó la puerta de la entrada como un deportista derrotado…

Erin Entrada Kelly (fragmento del libro Hola, Universo, disponible en Biblioteca Juana Keiser)

Corazón tan blanco

Lo que se da es idéntico a lo que no se da, lo que descartamos o dejamos pasar idéntico a lo que tomamos y asimos, lo que experimentamos idéntico a lo que no probamos, y sin embargo nos va la vida y se nos va la vida en escoger y rechazar y seleccionar, en trazar una línea que separe esas cosas que son idénticas y haga de nuestra historia una historia única que recordemos y pueda contarse. Volcamos toda nuestra inteligencia y nuestros sentidos y nuestro afán en la tarea de discernir lo que será nivelado, o ya lo está, y por eso estamos llenos de arrepentimientos y de ocasiones perdidas, de confirmaciones y reafirmaciones y ocasiones aprovechadas, cuando lo cierto es que nada se afirma y todo se va perdiendo. O acaso es que nunca hubo nada.

Javier Marías (fragmento de Corazón tan blanco; disponible en biblioteca Juana Keiser)

Cambios de nombre

A los amantes de las bellas letras
Hago llegar mis mejores deseos
Voy a cambiar de nombre a algunas cosas.
Mi posición es ésta:
El poeta no cumple su palabra
Si no cambia los nombres de las cosas.
¿Con qué razón el sol
Ha de seguir llamándose sol?
¡Pido que se llame Micifuz
El de las botas de cuarenta leguas!
¿Mis zapatos parecen ataúdes?
Sepan que desde hoy en adelante
Los zapatos se llaman ataúdes.
Comuníquese, anótese y publíquese
Que los zapatos han cambiado de nombre:
Desde ahora se llaman ataúdes.
Bueno, la noche es larga
Todo poeta que se estime a sí mismo
Debe tener su propio diccionario
Y antes que se me olvide
Al propio dios hay que cambiarle nombre
Que cada cual lo llame como quiera:
Ese es un problema personal.

Nicanor Parra Sandoval

Rafael Reig

📖 Después de mucho tiempo esperando este momento, por fin este año celebraremos el «Día del libro» en nuestra biblioteca y lo haremos recibiendo al escritor Rafael Reig. Os esperamos el viernes 22 de abril a las 20.00h 📖

Desde el principio

Primero se nace
y se nace mujer
y se tienen manos
y se tiene menos
se tienen ojos y se tienen hijos
se tienen besos
y se tienen sueños.
Dije que se nace
y se nace mujer
se tiene sexo de mujer
manos de mujer
palabras de mujer
se nace mujer.
Luego una crece
y sigue siendo mujer
y aprende a vivir
como una mujer
amar
como una mujer
cuidar del mundo entero
como toda una mujer
soñar los sueños
con sueños de mujer.
Y mientras una sigue creciendo
se hace cada vez
más mujer
y aprende de libertad
de castillos con reyes
de finales felices
se aprende amar
como una mujer.
Pero de pronto una descubre
que las manos las tiene vacías.
Y entonces un día
una no quiere ser más
una mujer
porque serlo
no es siempre tan bueno
ni tan dulce.

Porque serlo
es a veces amargo
y duro
entonces una se subleva
se ve el cuerpo
y las manos
se ve el sexo
se descubre toda
como una mujer.
Entonces niega y reniega
maldice y discute entonces
se subleva y denuncia
y entonces no
no renuncia a ser.
Sólo piensa, decide, habla
y le avisa a todos
que a partir de ahora
será
una mujer

 

Shirley Cambell

Las científicas disconformes

Benito Jerônimo Feijoó, en su libro «Defensa de las mugeres (Discurso XVI)», dice lo siguiente al referirse a doña Oliva Sabuco de Nantes:

         Natural de Alcaraz, fue de sublime penetración y elevado númen en materias Physicas, Morales y políticas, como se conoce en sus escritos, pero lo que más le ilustró fue su nuevo sistema Pshycológico y Médico, en donde estableció que no es la sangre la que nutre nuestros cuerpos, si no el jugo blanco derramado del cerebelo por todos los nervios, y atribuyó a los vicios de este vital rocío, casi todas las enfermedades. A este sistema que desatendió la incuriosidad de España, abrazó con amor la curiosidad de Inglaterra, y ahora ya lo recibimos de manos de los extranjeros, como invención suya, siéndolo nuestra. ¡Fatal genio de los españoles! Que para que les agrade lo que nace en su tierra, es menester que lo  manipulen y vendan los extranjeros.

 

Vicenta Mª Márquez de la Plata y Fernández (fragmento del libro Mujeres pensadoras. Místicas, científicas y heterodoxas, disponible en Biblioteca Juana Keiser)

 

El pasto es azul

El burro le dijo al tigre:
– «El pasto es azul».

El tigre respondió:
– «No, el pasto es verde».

La discusión se calentó, y los dos decidieron someterlo a un arbitraje, y para ello concurrieron ante el león, el Rey de la Selva.

Ya antes de llegar al claro del bosque, donde el león estaba sentado en su trono, el burro empezó a gritar:
– «Su Alteza, ¿es cierto que el pasto es azul?».

El león respondió:
– «Cierto, el pasto es azul».

El burro se apresuró y continuó:
– «El tigre no está de acuerdo conmigo y me contradice y molesta, por favor, castígalo».

El rey entonces declaró:
– «El tigre será castigado con 5 años de silencio».

El burro saltó alegremente y siguió su camino, contento y repitiendo:
– “El pasto es azul”…

El tigre aceptó su castigo, pero antes le preguntó al león:
– «Su Majestad, ¿por qué me ha castigado?, después de todo, el pasto es verde».

El león respondió:
– «De hecho, el pasto es verde».

El tigre preguntó:
– «Entonces, ¿por qué me castigas?».

El león respondió:
– «Eso no tiene nada que ver con la pregunta de si el pasto es azul o verde. El castigo se debe a que no es posible que una criatura valiente e inteligente como tú pierda tiempo discutiendo con un burro, y encima venga a molestarme a mí con esa pregunta».

La peor pérdida de tiempo es discutir con el necio y fanático al que no le importa la verdad o la realidad, sino sólo la victoria de sus creencias e ilusiones. Jamás pierdas tiempo en discusiones que no tienen sentido… Hay personas que por muchas evidencias y pruebas que les presentemos, no están en la capacidad de comprender, y otras están cegadas por el ego, el odio y el resentimiento, y lo único que desean es tener la razón aunque no la tengan.

Cuando la ignorancia grita, la inteligencia calla. Tu paz y tranquilidad valen más.